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La “amplitud de movimiento pasiva” y la “amplitud de movimiento activa” son dos términos comúnmente utilizados en los círculos del fitness y la rehabilitación. Aunque ambos implican la mejora de la amplitud de movimiento de una articulación, el método real para hacerlo difiere.

Si alguien mueve o estira físicamente una parte del cuerpo, como la pierna, se denomina amplitud de movimiento pasiva. En esta situación, un cuidador o fisioterapeuta está ahí para ayudarle con los ejercicios de la articulación si le resulta difícil o no puede hacer ningún esfuerzo.

Esto es más común en el campo de la rehabilitación. Un fisioterapeuta o una máquina trabajarán para aumentar la amplitud de movimiento de una persona (específicamente en lo que se refiere a la articulación y los ligamentos) de vuelta a su línea de base anterior a la lesión.

“Este tipo de amplitud de movimiento es importante porque está más relacionado con nuestras actividades cotidianas (ir al trabajo, coger algo de la despensa o participar en una competición deportiva)”, explica Austin Martínez, director de formación de StretchLab.

Si estás lidiando con las secuelas de una lesión en los hombros, las rodillas, las caderas, el cuello o cualquier otra parte de tu cuerpo que albergue una articulación, entonces sabes lo fácil que es que tu rango de movimiento se vea afectado.

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La dictadura instaurada por el general Franco en España tras la Guerra Civil (1936-1939) pretendía desmovilizar a toda la población y, en particular, lograr la plena pasividad de la población rural. Como consecuencia, la historiografía ha caracterizado mecánicamente las actitudes pasivas del campesinado como prueba de su “colaboración” y/o “consentimiento” con el régimen franquista. La falta de acción es difícil de interpretar y a menudo ratifica la identificación de la indiferencia con el apoyo al régimen, pero esto no debe tomarse como un axioma. El objeto de nuestra investigación es revisar la pasividad que en ocasiones activó la población rural como una muestra de resistencia que puede interpretarse como una forma de boicot a las políticas e iniciativas estatales.

1El historiador italiano Giacomo Ortu se plantea cómo interpretar la “no participación” de los campesinos y pastores de la Cerdeña rural que no se adhirieron ni a las organizaciones fascistas ni a las actividades promovidas por el Estado italiano. Propone que una evaluación más compleja ofrecería una tesis diferente a la habitual en la historiografía sarda: la de la simple apatía hacia el fascismo entre la población rural. Ortu sugiere que si el término “indiferencia” se lleva al extremo, indicaría subversión entre las masas rurales. Sin embargo, si se lleva la “pasividad” en la dirección opuesta, adquiriría un significado contrario de aceptación básica del régimen1. En este artículo pretendemos examinar la pasividad, que ha sido una de las actitudes más difíciles de interpretar en el ámbito de las actitudes sociales. Nos centraremos en el periodo del primer franquismo (años 40-50) y en un grupo social concreto, el campesinado. Es bastante difícil interpretar la pasividad, la acción de no implicarse, ya que puede ser vista como una muestra de desacuerdo, un deseo de distanciarse de las políticas del sistema político, o alternativamente como un signo de aceptación básica2.

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¿Cuántas veces hemos oído hablar del régimen de las clases pasivas? ¿Qué son las clases pasivas? ¿Qué tienen que ver con los funcionarios? Estas son algunas de las muchas preguntas que nos hacemos sobre este tema. Las clases pasivas son uno de los muchos mecanismos de cobertura que en su conjunto conforman el Régimen Especial de la Seguridad Social específicamente establecido para los funcionarios del Estado.

La Dirección General de Costes de Personal y Pensiones Públicas del Ministerio de Hacienda era la encargada de gestionar las pensiones de jubilación y retiro de los funcionarios militares y civiles hasta el año 2020. Pero desde el 13 de enero de 2020 es el Ministerio de Inclusión , Seguridad Social y Migraciones quien asume esta responsabilidad y desde abril del mismo año el Instituto Nacional de la Seguridad Social se encarga de la gestión. Si quieres saber más sobre este régimen y conocer exactamente en qué consisten las clases pasivas, te recomiendo que sigas leyendo este artículo.

También se incluyen algunos funcionarios de entidades que no forman parte del Estado y de otros órganos constitucionales. Algunos ejemplos serían las Cortes Generales, el Tribunal de Cuentas, el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial o el Defensor del Pueblo. Otros funcionarios, como los pertenecientes a las comunidades autónomas, municipales o a la Seguridad Social, no están incluidos dentro de la protección del Régimen de Clases Pasivas.

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La dictadura instaurada por el general Franco en España tras la Guerra Civil (1936-1939) pretendía desmovilizar a toda la población y, en especial, conseguir la plena pasividad de la población rural. Como consecuencia, la historiografía ha caracterizado mecánicamente las actitudes pasivas del campesinado como prueba de su “colaboración” y/o “consentimiento” con el régimen franquista. La falta de acción es difícil de interpretar y a menudo ratifica la identificación de la indiferencia con el apoyo al régimen, pero esto no debe tomarse como un axioma. El objeto de nuestra investigación es revisar la pasividad que en ocasiones activó la población rural como una muestra de resistencia que puede interpretarse como una forma de boicot a las políticas e iniciativas estatales.

1El historiador italiano Giacomo Ortu se plantea cómo interpretar la “no participación” de los campesinos y pastores de la Cerdeña rural que no se adhirieron ni a las organizaciones fascistas ni a las actividades promovidas por el Estado italiano. Propone que una evaluación más compleja ofrecería una tesis diferente a la habitual en la historiografía sarda: la de la simple apatía hacia el fascismo entre la población rural. Ortu sugiere que si el término “indiferencia” se lleva al extremo, indicaría subversión entre las masas rurales. Sin embargo, si se lleva la “pasividad” en la dirección opuesta, adquiriría un significado contrario de aceptación básica del régimen1. En este artículo pretendemos examinar la pasividad, que ha sido una de las actitudes más difíciles de interpretar en el ámbito de las actitudes sociales. Nos centraremos en el periodo del primer franquismo (años 40-50) y en un grupo social concreto, el campesinado. Es bastante difícil interpretar la pasividad, la acción de no implicarse, ya que puede ser vista como una muestra de desacuerdo, un deseo de distanciarse de las políticas del sistema político, o alternativamente como un signo de aceptación básica2.

Por Sofía Salome

Hola mundo, soy Sofía Salomé copywriter de Damboats.es