El maíz es bueno para el hígado graso

La enfermedad del hígado graso se caracteriza por la presencia de cantidades anormales de grasa en el hígado, lo que se denomina esteatosis. Si tiene grasa en el hígado pero no hay ningún otro daño, se cree que padece una enfermedad del hígado graso no alcohólico (HGNA).  Si no se trata, puede producirse una inflamación y un daño en las células del hígado, causando una enfermedad denominada esteatohepatitis no alcohólica (EHNA). La EHNA se asocia a la cirrosis, la enfermedad hepática terminal y el trasplante de hígado, y suele estar relacionada con enfermedades cardiovasculares.

Los cambios en la dieta que inducen la pérdida de peso y la adición de alimentos ricos en nutrientes y antioxidantes, como las frutas y las verduras, pueden revertir o prevenir la progresión de la enfermedad. También es importante limitar los carbohidratos refinados, los azúcares simples, los alimentos fritos, los alimentos procesados y los alimentos ricos en grasas saturadas.

La pérdida de peso, especialmente en el tejido abdominal o adiposo, puede ayudar a reducir la grasa en el hígado. Dado que la enfermedad del hígado graso suele estar asociada a la obesidad, la resistencia a la insulina, el síndrome metabólico y un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, la pérdida de peso es uno de los objetivos principales, y la dieta puede ayudar a conseguirlo.

Las cebollas son buenas para la enfermedad del hígado graso

La enfermedad del hígado graso se caracteriza por la presencia de cantidades anormales de grasa en el hígado, lo que se denomina esteatosis. Si tiene grasa en el hígado pero no hay ningún otro daño, se cree que tiene una enfermedad del hígado graso no alcohólico (NAFLD).  Si no se trata, puede producirse una inflamación y un daño en las células del hígado, causando una enfermedad denominada esteatohepatitis no alcohólica (EHNA). La EHNA se asocia a la cirrosis, la enfermedad hepática terminal y el trasplante de hígado, y suele estar relacionada con enfermedades cardiovasculares.

Los cambios dietéticos que inducen la pérdida de peso y la adición de alimentos ricos en nutrientes y antioxidantes, como las frutas y las verduras, pueden revertir o prevenir la progresión de la enfermedad. También es importante limitar los carbohidratos refinados, los azúcares simples, los alimentos fritos, los alimentos procesados y los alimentos ricos en grasas saturadas.

La pérdida de peso, especialmente en el tejido abdominal o adiposo, puede ayudar a reducir la grasa en el hígado. Dado que la enfermedad del hígado graso suele estar asociada a la obesidad, la resistencia a la insulina, el síndrome metabólico y un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, la pérdida de peso es uno de los objetivos principales, y la dieta puede ayudar a conseguirlo.

Tratamiento del hígado graso

El cuerpo almacena grasa para obtener energía y aislamiento en muchas zonas, incluido el hígado. Si el contenido de grasa en el hígado es demasiado alto, puede ser un signo de enfermedad del hígado graso. Los cambios en la dieta son el tratamiento de primera línea para esta enfermedad.

Hay dos tipos principales de enfermedad del hígado graso: la enfermedad hepática relacionada con el alcohol (EHA) y la enfermedad del hígado graso no relacionada con el alcohol (HGNA). Las embarazadas también pueden desarrollar una forma de hígado graso conocida como hígado graso agudo del embarazo. Esta rara complicación puede producirse en el tercer trimestre o en el periodo postparto temprano.

La enfermedad del hígado graso daña el hígado, impidiéndole eliminar las toxinas de la sangre y producir bilis para el sistema digestivo. Cuando el hígado no puede realizar estas tareas con eficacia, la persona corre el riesgo de desarrollar otros problemas en todo el organismo.

Algunas personas optan por seguir planes dietéticos específicos, como la dieta mediterránea. Esta dieta es una opción especialmente buena para las personas con HGNA porque reduce al mínimo los alimentos procesados, el azúcar añadido y los ácidos grasos saturados.

Síntomas de hígado graso

El estudio descubrió que las personas que consumían las mayores cantidades de carnes rojas y procesadas tenían un riesgo casi un 50 por ciento mayor de padecer la enfermedad del hígado graso no alcohólico (HGNA), y más de un 50 por ciento de desarrollar resistencia a la insulina.

Los investigadores también analizaron la forma de cocinar las carnes. Descubrieron que cocinar la carne a altas temperaturas durante mucho tiempo -como asar a la parrilla, asar a la brasa o freír- se asociaba a un riesgo casi doble de resistencia a la insulina.

La enfermedad del hígado graso no alcohólico es una afección que hace que la grasa se deposite en el hígado. En algunas personas, esto puede conducir a la inflamación y cicatrización del hígado, según el Instituto Nacional de la Diabetes y las Enfermedades Digestivas y Renales de EE.UU. Según los investigadores, la resistencia a la insulina desempeña un papel en el desarrollo de la NAFLD.

Todos los voluntarios del estudio se sometieron a análisis de sangre y a una ecografía del hígado. También respondieron a preguntas sobre su salud y sus hábitos alimentarios. Según los investigadores, la carne roja constituía aproximadamente un tercio de su dieta, y la carne blanca unos dos tercios.

Por Sofía Salome

Hola mundo, soy Sofía Salomé copywriter de Damboats.es